ATRÁS

                   Oraciones Varias

 
  Acordaos

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

 

  Ángelus

V. El Ángel del Señor anunció a María,
R. Y concibió del Espíritu Santo.
Ave María.

V. He aquí la esclava del Señor
R. Hágase en mi según tu palabra.
Ave María.

V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros.
Ave Maria.

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.

 

  Ave María

Dios te salve, María ;
llena eres de gracia; el Señor es contigo;
bendita tú eres entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

 

  Bajo tu amparo

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita.

 

 

  Bendita sea tu pureza

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea: La pureza es virtud eminentemente positiva que hace grata a Dios a la persona que la vive. Es la virtud de la belleza, de la blancura del alma. Eleva al hombre hacia las cosas divinas. Espiritualiza y engrandece. Estos dos versos son una alabanza a María. Concebida sin mancha, siempre fue pura y limpia más que el sol (…) Nadie como Ella vivió ni vivirá con tanta delicadeza la pureza. Pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza: La Virgen María es la obra maestra de la Creación. Ella es toda blancura, sin mancha posible. Reina de la luz, que no tiene menguantes como la luna, ni ocasos como el sol, sino siempre luz toda luz, sin mezcla de sombra de ninguna clase. Más que Ella sólo Dios. A Ti celestial Princesa, Virgen Sagrada, María: El alma se dirige a María, recordándole su realeza y su virginidad (…) No se llama a María "la humilde, ni la obediente", aunque fue todo eso y modelo acabadísimo de todas las virtudes; en cambio se le dice "la Virgen" y parece que ya está dicho todo con llamarla así. Yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón: es el ofrecimiento que el hombre hace de su ser a María, Madre nuestra por designio divino. Desde hoy, que es el primer día del resto de vida que a cada uno le queda, sin perder un instante más, ofrece el hombre aquello que más aprecia: el alma, con sus facultades, inteligencia y voluntad; su propia vida, regalo inmenso de Dios; y el corazón, para que la Virgen lo tome y le alcance la gracia de conservarlo limpio, y así gozar en la eternidad de la visión de Dios. Mírame con compasión: Es una petición de misericordia que hace el alma, con la seguridad de ser atendida por María, porque Ella es Madre, y la me­jor de las madres, que siempre está pendiente de sus hijos y se compadece de ellos. No me dejes, Madre mía: Lleno de confianza en el poder y la bondad de Santa María y sabiendo que, como Madre buena, oye los ruegos de sus hijos, le suplica el alma con todo el fervor del corazón que no le deje de su mano, porque si Ella le deja se perderá para siempre.

 

  Bendita sea tu pureza (2)

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A tí, celestial princesa,
Virgen sagrada, María,
te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, Madre mía!

 

  Madre mia

Madre mía: Desde que amanece el día, bendíceme;
en lo rudo del trabajo, ayúdame;
si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme;
en las tentaciones y peligros, defiéndeme;
si desfallezco, sálvame y al cielo llévame.
Amén.

 

  Madre del Redentor

Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del Cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permaneces siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros pecadores.

 

  Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Amen.

 

  Madre admirable

Lirio frágil y esbelto tan fragante
quiero verte a mi lado,
mi ternura de Madre por ti vela
con amor exquisito, dulce amparo.

Si peligros te cercan por doquiera
con fermentido halago,
y el mundo te presenta su hechizos,
que encierran brillo falso.

Acude a mí. Mi velo te cobija
con maternal cuidado, y este velo
de virgen sabrá darte de la pureza
los divinos rasgos.

En contra del demonio y sus
ardides cubrirte he con mi manto.
Este manto de reina es poderoso,
y defender sabré tu débil tallo.

Y si las amarguras de la vida
te causaran quebranto, ven a mi
corazón, nido de amores, que
consuelo te brinda de antemano.

Mi corazón de Madre siempre
escucha, a aquél, que suspirando,
acude a mi, nadie ha podido decir,
que me invocó sin resultado.

Mi corazón de Madre es el
tesoro que da tierno descanso,
esa paz abundosa, reposada,
para las luchas y dolores arduos.

Mi corazón de Madre quiere darte
un don, el más preciado,
que conozcas, que ames a mi hijo,
y que grabes en ti todos sus rasgos.

Es el Amigo Fiel que no abandona,
su amor es soberano.
Con ternura especial por ti vela,
como nadie jamás habría velado.

Y aunque todos te olviden,
te desprecien, o te sean ingratos,
Jesús por siempre te amará con
creces, como nadie jamás te
hubiera amado.

No olvides pues su amor ni lo
desdeñes, y en El simpre confiando,
hallarás fuerza invicta en la
ardua lucha por conservar tu brillo
siempre intacto.

Y con mi velo virginal cubierto,
y con mi regio manto, vivirás,
lirio fiel, cabe tu Madre su corazón
por ti siempre velando.

 

  Consagración a María

Oh Virgen, Madre de Dios, yo me ofrezco como hijo vuestro, y a honra y gloria de vuestra pureza os ofrezco mis ojos, mis orejas, mi lengua, mis manos; en una palabra, todo mi cuerpo y alma; y os pido que me obtengáis la gracia de no cometer ningún pecado más. Amén. Madre, aquí tenéis a vuestro hijo. En Vos, madre dulcísima, he puesto mi confianza y nunca más quedaré confundido. Amén.

 

  para confiar

Madre siempre fiel,
cuando te asaltó la incertidumbre,
cuando las cosas se te hacían complicadas,
supiste confiar.
¡Y cómo confiaste!
En el momento cumbre de la historia
con decisión y firmeza
pronunciaste aquel bienaventurado
"Hágase",
del que viene nuestra salud.

¡Y siempre lo mantuviste!
Las desconfianzas de otros,
los decires de tantos
nunca te apartaron
de la santa confianza.

Obténme,
Santa María de la Confianza,
el auxilio divino
que me permita superar
las incertidumbres que ahora me acosan.
Que así sea.

 

  Oración para la solidaridad

Al considerar el designio divino
que te ha honrado como excelsa e incomparable
cooperadora de la salvación;
al reflexionar sobre tus desvelos
al cuidar al Niño y al Joven Jesús;
al ver tus intercesiones
en Caná, modelo de tus desvelos;
cómo no ver tú corazón solidario
con el destino de la humanidad,
cómo no comprender
lo inabarcable del horizonte
de tu amor, cómo no sentir
el impulso de pedirte
aprender de Ti a vivir atento
a las necesidades de los demás
y a poner los medios
para que sea solidaridad afectiva
se haga efectivamente concreta.

Madre de la Solidaridad,
intercede para que yo pueda
recorrer el camino de amar
a mis hermanos como me lo pide
el Señor Jesús. Amén
.

 

  Oración para la humilidad

María, Madre mía,
alcánzame
desde tu inmaculado y purísimo Corazón
la gracia de vivir
la pureza y la humildad
que el Señor Jesús
desea para mí.
Que así sea.

 

  Oración para mejorar

Auxilio de los pecadores
siempre dispuesta al perdón
y a la intercesión
obténme las gracias
que me sean necesarias
para encaminar rectamente mi vida,
rechazar enérgicamente el pecado.
huir de sus ocasiones
y poner los mejores medios
para purificarme
según el divino designio
y así encaminarme
hacia quien es la Vida misma
Amén.

 

  Oración del FIAT

Santa María,
ayúdame a esforzarme
según el máximo de mi capacidad
y al máximo de mis posibilidades
para así responder al Plan de Dios
en todas las circunstancias
concretas de mi vida. Amén.

 

  Oración para la reconciliación

¡Oh Madre de misericordia!
Intercede ante Dios
y obténnos la gracia
de la reconciliación cristiana
de los pueblos.
Obténnos las gracias
que en un instante
puedan convertir
los corazones humanos,
aquellas gracias
que puedan preparar y asegurar
la anhelada paz.
Reina de la Paz,
ruega por nosotros
y logra para el mundo
la paz en la verdad,
en la justicia, en la caridad de Cristo. Amén

 

  Regina Coeli

V. Alégrate, Reina del cielo;
aleluya,
R. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V. Ha resucitado, según predijo;
aleluya,
R. Ruega por nosotros a Dios;
aleluya.
V. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya,
R. Porque ha resucitado Dios verdaderamente; aleluya.

Oración. Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el goce de la vida eterna. Por el mismo Cristo Nuestro Señor.
R. Amén.

 

  Reina del cielo

Reina del Cielo, alégrate, aleluya,
porque el Señor, a quien llevaste en tu seno, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.


 
  Salve Regina

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros santa Madre de Dios,

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

 

  Salve, Maria de los cielos

Salve, Reina de los Cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, Virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
D- Que con el auxilio de tan dulce intercesora,
T- seamos siempre fieles en el terreno caminar.
Amén.



 
  Salve Regina

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra: Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡oh piadosa! ¡oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros santa Madre de Dios,

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

 

  La Visitación

La Virgen santa, grávida del Verbo, en alas del Espíritu camina; la Madre que lleva la Palabra, de amor movida, sale de vista.

Y sienten las montañas silenciosas, y el mundo entero en sus entrañas vivas, que al paso de la Virgen ha llegado el anunciado gozo del Mesías.

Alborozado Juan por su Señor, en el seno, feliz se regocija, y por nosotros rinde el homenaje y al Hijo santo da la bienvenida.

Bendito en la morada sempiterna aquel que tu llevaste, Peregrina, aquel que con el Padre y el Espíritu, al bendecirte a ti nos bendecía.

Amén.

ORACIÓN

Dios todopoderoso, tu que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.


 
  Consagración del mundo a María

1. "¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!" (Jn 19, 26).

Mientras se acerca el final de este Año Jubilar,
en el que tú, Madre, nos ha ofrecido de nuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:

"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!".

Al encomendarte al Apóstol Juan,
y con él a los hijos de la Iglesia,
más aún a todos los hombres,
Cristo no atenuaba, sino que confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador del mundo.

Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo,
porque vives en Él y para Él.
Todo en ti es "fiat": Tú eres la Inmaculada,
eres transparencia y plenitud de gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti
en el alba del nuevo Milenio.

Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes del mundo,
busca amparo bajo tu materna protección
e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.

2. Son muchos los que, en este año de gracia,
han vivido y están viviendo
la alegría desbordante de la misericordia
que el Padre nos ha dado en Cristo.

En las Iglesias particulares esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del cristianismo,
muchas clases de personas
han acogido este don.
Aquí ha vibrado el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas,
hombres del trabajo y de la ciencia,
niños y adultos,
y todos ellos han reconocido en tu amado Hijo
al Verbo de Dios, encarnado en tu seno.

Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este Año no se disipen,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados.

3. Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria,
tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín
o reducirlo a un cúmulo de escombros.
Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la vida:

Puede usarlas para el bien,
dentro del marco de la ley moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta límites,
llegando incluso a pisotear
el respeto debido a cada ser humano.

Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.

4. Por esto, Madre, como el Apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27),
para aprender de ti a ser como tu Hijo.

"¡Mujer, aquí tienes a tus hijos!"
Estamos aquí, ante ti,
para confiar a tus cuidados maternos
a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo,
para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo,
el Espíritu de verdad que es fuente de vida.
Acógelo por nosotros y con nosotros,
como en la primera comunidad de Jerusalén,
reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).

Que el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones
hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.

Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.
Te encomendamos a las familias rotas,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.

5. Oh Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.

A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en el nuevo Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

 

 

CONVENTO NTRA. SRA. DE LA MERCED

Herencia (Ciudad-Real)